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Las detenciones se practican sin orden de allanamiento. El poder ejecutivo hace de juez. Los policías, de fiscales. Un funcionario administrativo de Conatel se autoproclama censor en una estación de servicio. ¿Se volvieron locos? No. Eso se llama miedo.

La dictadura hace de las suyas aprovechando el coronavirus.

Hay más casos que ilustran la arbitrariedad. Alonso Maestre fue detenido en el estado Zulia por publicar mensajes sobre el régimen en redes sociales; su empresa fue allanada. Andrea Estefanía Sayago tiene arresto domiciliario en Trujillo por la difusión de una orden médica en redes sociales. 

Maduro prefirió entregar a Cuba y a los militares los pocos litros de combustible que quedaban. Para la FANB es su comisión por encargarse de controlar al pueblo irritado, por contener la desesperación de la gente en medio de una cuarentena que convenientemente Maduro prolongará, celebrando lo fácil que le resulta tener a un pueblo encerrado con el terror de contagiarse del coronavirus.

Por eso la dictadura lo único que tiene como operativo frente a la pandemia son soldados con fusiles que matraquean y reprimen. 

 

Maduro, en sintonía con los chinos, comenzó por trivializar sobre el peligro del virus. Y no ha parado de mentir. Cuando ya faltaba poco para que la Organización Mundial de la Salud calificara de pandemia el COVID-19, Maduro –como vocero de la dictadura del país asiático– acusó a los imperios de fabricar un arma biológica para atacar a China.

Las mentiras del dictador venezolano se sostienen sobre el control de los medios de comunicación. Lejos de retroceder ante la evidencia científica, Maduro avanza sobre la falsedad descarada, solo utilizable como guion de uno de esos programas de humor que dice estar disfrutando en cuarentena.

Ante la amenaza inminente del coronavirus, el dictador Nicolás Maduro convirtió a Venezuela en una prisión tomada por los militares. ¿Por qué lo hizo? Es una acción repetida. Cada vez que por cualquier hecho se siente peligro, corre a buscar a Padrino López y se refugia en el bunker de Fuerte Tiuna. Esta decisión le brindó además cierto alivio temporal para frenar la casi inevitable explosión social. Maduro encontró en la pandemia la excusa para detener la movilización de transporte terrestre lo que le permite ahorrar el combustible que está a punto de agotarse, sin perspectivas cercanas de solución.

Es despreciable que Maduro se aproveche de una circunstancia tan peligrosa para la población. Queda ratificado que no le importa la vida de los venezolanos. Ante el inminente riesgo de contaminación la dictadura trata de sacar provecho político a esta circunstancia. A Maduro lo que le importa es recuperar sus negocios. Por eso se apresura a solicitar la suspensión de las sanciones, como si el país no tuviese años en emergencia sanitaria, como si Maduro y la banda de delincuentes que lo acompañan, no fuesen los responsables del cierre técnico de decenas de hospitales

“Para que crezca la patria”, fue el argumento de Maduro asomando la razón por la que cree que cada mujer debe tener hijos sin parar.

Uno de cada tres venezolanos está en riesgo alimentario y 7.9% en riesgo severo lo que equivale a 2.3 millones, informó las Naciones Unidas.

Muchos hijos para que vivan “en el reino de la ternura, la igualdad, la felicidad”, enumeró con cinismo Maduro en la descripción de un país que él mismo se ha encargado de convertir en un infierno.

Eran años en los que vivíamos en democracia y nadie dudaba dónde estaba el bien y dónde el mal. Sabíamos que los policías debían ser los buenos, así como los asesinos y ladrones, los malos. Y si un policía se colocaba fuera de la ley, el Estado lo castigaría.

Contrasta este recuerdo con la aterradora actualidad venezolana, evidenciada en el descalabro moral de los organismos de seguridad –civiles y militares– que operan supeditados a la FAES, un grupo de exterminio que ha convertido las principales calles de Caracas en escenario de guerra, en disputa de malandros que extienden el pánico.

La detención de Juan José Márquez, tío de Guaidó fue una especie de premio de consolación para Diosdado Cabello, que no se dio por satisfecho. Diosdado está aprovechando esta coyuntura para avanzar. Acusa a Maduro de débil e ineficiente, exige que le entreguen Pdvsa, teme que todo se venga abajo y trabaja para reforzarse como alternativa antes de que Maduro coloque a otra persona. Los rusos y los cubanos también juegan y tienen su plan B. Anotarse en ese plan es el objetivo del entorno de Maduro. En síntesis, todos conspiran.