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En todos estos meses, desde que Nicolás Maduro asumió la presidencia, las informaciones sobre intentos de golpes de Estado y presuntos magnicidios, quedaron como chistes paranoicos del gobierno.

 

La verdad, es que paranoicos están. También inseguros. El Ejecutivo, con militares y civiles armados, financiados y protegidos, que han materializado una brutal represión en Caracas y distintas poblaciones del país, no han logrado tranquilizar en 8 semanas, a una población atormentada por la crisis económica y la inseguridad, que salió a las calles a protestar.

En sólo dos cosas destaca este régimen: en la generación de odio activado en multiplicador de violencia, y en la mentira apoyada en un descomunal laboratorio de propaganda bajo la cual se ha resguardado para cometer todo tipo de desmanes, desde el asalto al bien público hasta la vinculación con narcotraficantes.

 

Venezuela se desangra, literalmente.

 

Hemos vivido un mes de violencia. Los jerarcas del gobierno salivan con la idea de reprimir, por eso el escenario de violencia pareciera ser cómodo para un régimen que intenta surfear lo imposible: la crisis económica que salta como las tapas de las alcantarillas de desagües inundados.

Despertó Venezuela. No se puede describir más gráficamente la contundente protesta  que durante dos semanas se ha cumplido en sectores de Caracas, pero especialmente en el interior del país.

Y esta protesta, hermosa, honesta, pacífica, valiente, ha recibido como respuesta la más brutal represión continua que hayamos vivido en décadas. Con un agravante, ha sido ejecutada no sólo a través de los organismos de seguridad –la Guardia Nacional y la Policía Nacional Bolivariana- si no a través de las bandas paramilitares financiadas por el gobierno y resguardadas bajo el nombre de colectivos que armados hasta los dientes, aterrorizan a la población –disparan, destrozan carros y residencias- con total impunidad, o lo que es peor con el aplauso del gobierno encabezado por un atemorizado Nicolás Maduro. Además, todo en medio de la peor censura y autocensura que se haya vivido desde la última dictadura, antes de ésta, la de Pérez Jiménez.

Miro la foto de unas 30 personas de Cumbres de Curumo que con banderas y orgullo se apostaron en la entrada de Fuerte Tiuna. La cara de los efectivos militares era un poema. No lo podían creer: “esta gente no nos tiene miedo”.

 

Tres muertos, casi 30 heridos, más de 120 detenidos –el abogado Alfredo Romero refirió que varios fueron torturados con electricidad-  engrosan dolorosamente un vergonzoso dossier de violaciones a los derechos humanos. Record en 24 horas.

 

No hemos terminado de llorar a Mónica Spear cuando el secuestro y asesinato del joven arquitecto John Machado prorroga el luto. Desde que nacemos tratamos de entender que la muerte es un encuentro seguro, pero este aniquilamiento dirigido por el régimen con su ineptitud y su estrategia de mantenerse en el poder con el sostén de la delincuencia y sobre la sangre de miles de venezolanos, obliga a reaccionar.

 

He de ser más comprensiva con las posiciones radicales opositoras. Hay mucho dolor en el alma. Mucho muerto, herido, secuestrado, asaltado, violado.

Este gobierno anda en la constante búsqueda de una coartada para evadir responsabilidades. O lo que es peor: para achacar la culpa a los otros.

 Encontrarse con la ineludible necesidad de asumir que la inseguridad es un problema en el país –tuvo que ser asesinada Mónica Spear para ello- ha sido utilizada por el gobierno como el argumento para arremeter contra la libertad de expresión y garantizar, todavía más, el silencio, la vergonzosa autocensura.

10 Jan

¡Cuánto preferiría pasar por banal y que esta nota se refiriera a un comentario ligero sobre la vida de una Miss Venezuela! Tristemente no es así. Mónica Spear fue asesinada. También su esposo. A su hija la hirieron en una pierna y la dejaron abandonada en un vehículo junto a los cuerpos inertes de sus padres. Cuentan que esa criatura de 5 años, de nombre Maya, dice que su papá y su mamá se quedaron dormidos dentro del carro.

Con franqueza, pensé que el asunto iba a resultar peor. Siempre es un riesgo asistir a un territorio minado, donde el anfitrión tiene francotiradores y va a esperar el mínimo descuido para dar la orden de disparar.

 

Sin embargo, apenas conocí la invitación a un “diálogo” a los alcaldes recién electos por parte del gobierno, pensé que valía la pena acudir. A final de cuentas el diálogo es nuestra propuesta, no la de ellos. Durante toda esta travesía hemos convocado a la integración del país, a ejercer la tolerancia, a procurar el debate, a respetar al adversario. Así que hubiese sido absurdo esquivar esta responsabilidad.