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Sus propios compañeros de armas los trataron como enemigos. Se trataba de una protesta de un grupo de militares, golpistas del 4F y 27N, compañeros de lucha, del chavismo pues. Los efectivos llevan días solicitando ajuste salarial, pensión y reenganche tal y como se lo prometió su Comandante Chávez. Ese privilegio Maduro se lo ha dado a pocos –con ascenso incluido, reconocimiento de antigüedades y demás privilegios- entre ellos al presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello.
El asunto es que los oficiales, algunos acompañados de sus familiares, tomaron con pancartas parte del centro de Caracas desde la tarde del pasado 26 de mayo. Antes habían alzado su voz en el Tribunal Supremo de Justicia.
O lo hace el hampa, la estadística sigue siendo monstruosa –tan sólo el domingo pasado un menor de 15 años fue atacado a tiros en el sector La Unión en La Vega- o lo hace la represión. Igual están matando a nuestros muchachos.
Parece una conspiración contra el futuro. Un decreto para aniquilar sueños, una decisión maléfica que pretende aniquilar a nuestros jóvenes, así como dicen que ocurrió cuando un meteorito desapareció a los dinosaurios.
No me voy a referir al dicho que tanto circuló cuando se conoció la muerte de Eliézer Otaiza, ex director de Disip, y ex de otros tantos cargos en este gobierno que ya pasa de 15 años: quien a hierro mata…
Me niego a que mi espíritu se haya contagiado de sed de venganza y de todos esos sentimientos oscuros sobre los que se ha sostenido este régimen.
Cuando digo la ley de Otaiza pienso en la que le están aplicando los jefes del régimen a los ciudadanos de este país, al convertirnos a todos en presas de maleantes que con total impunidad acaban con vidas, sin distingo de ideologías o colores políticos.
Nunca faltan aquellos que flotan como el corcho y que viven cazando la primera oportunidad para empantanar las circunstancias y aprovecharse de los momentos complicados de los otros. Los pescadores en río revuelto, pues.
Nadie duda de que el país está convulsionado. Y más allá, todas las encuestadoras registran que la mayoría de los venezolanos tiene la terrible certeza de la proximidad de tiempos peores. De violencia, de escasez, de orfandad, de anarquía. De caos.
Más de dos meses de protestas. En este caso, dolorosamente todo es más. La cifra va creciendo día a día. Son más de 40 los muertos; de largo, más de dos mil 300 las detenciones. Difícil de calcular quiénes siguen presos. El número cambia minuto a minuto así como su categoría entre libertad plena y medidas sustitutivas de libertad, casi todos con régimen de presentación y con infames condiciones que limitan su derecho de protestar. Los heridos y torturados son un tema especial. No todos han entrado en la estadística. Muchos han sido atendidos en ambulatorios o con voluntarios que asisten a las manifestaciones y los más severos en centros asistenciales. Muchos con graves consecuencias. En su mayoría se trata de jóvenes de escasos recursos económicos cuyas vidas quedarán marcadas para siempre por la represión.
Recordaremos siempre a Michaelle Ascensio
El Grito Ignorado
En todos estos meses, desde que Nicolás Maduro asumió la presidencia, las informaciones sobre intentos de golpes de Estado y presuntos magnicidios, quedaron como chistes paranoicos del gobierno.
La verdad, es que paranoicos están. También inseguros. El Ejecutivo, con militares y civiles armados, financiados y protegidos, que han materializado una brutal represión en Caracas y distintas poblaciones del país, no han logrado tranquilizar en 8 semanas, a una población atormentada por la crisis económica y la inseguridad, que salió a las calles a protestar.
En sólo dos cosas destaca este régimen: en la generación de odio activado en multiplicador de violencia, y en la mentira apoyada en un descomunal laboratorio de propaganda bajo la cual se ha resguardado para cometer todo tipo de desmanes, desde el asalto al bien público hasta la vinculación con narcotraficantes.
Venezuela se desangra, literalmente.
Hemos vivido un mes de violencia. Los jerarcas del gobierno salivan con la idea de reprimir, por eso el escenario de violencia pareciera ser cómodo para un régimen que intenta surfear lo imposible: la crisis económica que salta como las tapas de las alcantarillas de desagües inundados.