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No es un tema casual la destrucción del país, ni tampoco desaparecer en los venezolanos la esperanza, aplastar a quien tenga la valentía y el ánimo de luchar, imponiendo el terror en la población.

Pareciera inevitable la explosión social. La ignición del primer fósforo. El grito unánime del venezolano que actuará por sobrevivir porque habrá un solo dilema: la vida o la pandemia del chavismo. Porque además, la región está en peligro de contaminación.

Capítulos del chavismo instigando la xenofobia abundan en estos 20 años. Recordemos cuando en la última semana de agosto de 2015, el usurpador lanzó un decreto de estado de excepción y suspendió garantías constitucionales en seis municipios del Táchira. Ordenó el cierre indefinido de la frontera, lo que significó de inmediato violentos procedimientos. Según registro de migración, más de 1.000 colombianos fueron expulsados sin importar su situación legal.

Una de las señales constantes de la dictadura durante estos 20 años es que sus miembros no se detienen. Embisten y avanzan. Sus crímenes son cada vez peores, más sanguinarios, más ostensibles, estruendosos y masivos.

La defensa de la institucionalidad se tropieza constantemente con la impunidad del poder. El régimen destruye y además desaparece los pedazos. Hace casi imposible construir el rompecabezas del Estado de Derecho porque la legalidad original ha sido desdibujada.

Esta falsa mesa de diálogo coincide con una circunstancia que agobia al régimen: la inminente designación de una comisión especial de investigación para identificar a los jefes de la dictadura, responsables por hechos atroces en la violación de los derechos humanos.

En lo personal, me inclino por evaluar esta jugada como parte de una apuesta seria y compleja de sobrevivencia preparada por la corporación criminal que representa Nicolás Maduro.

Estuve en Cúcuta y fui al puente. También a la Casa de Paso Divina Providencia, centro de asistencia administrado por la Diócesis local que distribuye comida a más de 4.000 venezolanos diariamente. Allí decantan cuerpos cuarteados, ya sin lágrimas, con los pies convertidos en callos, sin fuerza para pestañear. No comprenden cómo llegamos a esto. Ser víctima de la maldad sin haber pecado, descoloca a cualquiera, aunque es justo decir que el abrazo de los colombianos desplegando su generosidad, obliga al agradecimiento eterno.

El narcoterrorismo ha conseguido en Venezuela el paraíso de sus fechorías y negocios. Lo que antes se hacía con discreción y prudencia, ahora es refrendado por el alto mando militar cuyos miembros se han convertido en sus socios subordinados. Los pocos oficiales que han resistido a las tentaciones del oro y el porro, han sido trasladados a otros destinos. La mayoría, la contundente mayoría con decisión en la FANB, baja la cabeza y estira la mano para incorporarse al escenario del bochorno y la traición, entregando tierras venezolanas a criminales asociados al terrorismo que asaltan nuestras riquezas mientras el país muere de hambre, de enfermedad, de desolación.

Como diría el profesor Óscar Vallés: las universidades son los últimos islotes de la libertad. Y eso es lo que establece el límite último de la hegemonía entre el Estado y la sociedad venezolana.

Y es que en esa resistencia frente a los embates del chavismo, el sector universitario ha tenido un protagonismo inolvidable y decisivo, demostrando que siempre será cantera de líderes. Nada casual es que Juan Guaidó haya sido uno de los tantos protagonistas de las protestas de 2007 que ejecutaron la derrota de Chávez en su intento de reformar la Constitución.

Esta situación interna del chavismo agita los escenarios planteados para resolver la dramática situación venezolana y de alguna manera sincera lo que ha sido colocado en la mesa dirigida por los noruegos: “el problema es Maduro”.

Todos andan asegurando sus espaldas. Los hermanos Jorge y Delcy Rodríguez se han dividido responsabilidades para procurar un escenario que les evite malos ratos futuros. Él retó a Diosdado cuando éste presionó para profundizar el enfrentamiento con la oposición. Pretendía apresar más diputados y forzar el adelanto de elecciones parlamentarias.