12 Jan
El repetido sabor de la derrota
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Trato de precisar las buenas noticias bajo el intento de evadir el pesimismo y la desesperanza, pero sé que estoy obligada a la concreción de la verdad. No podemos comprar la agresiva fantasía que aplica el régimen y que intenta encandilar a una sociedad ansiosa de ser deslumbrada. Cuando el autoengaño se vuelve cotidiano, el camino de ser realista asegura la antipatía del colectivo.

 

Cerramos el año, derrotados, porque así estamos mientras siga la dictadura. Y aunque la justicia avanzó en positivo con el caso Venezuela ahora en la fase de investigación ante la Corte Penal Internacional por el eventual juicio por crímenes de lesa humanidad, nuestra organización política interna termina el año hecha pedazos, sostenida por hilos endebles -aún con el apoyo de Estados Unidos- que aún mantienen como cabeza visible a Juan Guaidó.

En el 2021 los problemas en Venezuela se agigantaron. El año se despide con el clamor del obispo de la diócesis de San Felipe, monseñor Víctor Hugo Basade, por un poco de piedad para que cese el bloqueo que impide la posibilidad de trasplantes de órganos que ha acabado con la vida de más de 100 niños en los últimos cuatro años.

Los resultados de la Encuesta Nacional sobre Condiciones de Vida, Encovi, de la UCAB fechada en septiembre 2021, producto de la evaluación de la información obtenida en 14 mil hogares, permiten comprender las razones de la tristeza del venezolano e incluso de su agresividad, o su desesperación por evadir la realidad.

Venezuela se ha convertido en “un país empequeñecido en términos económicos y demográficos con elevados índices de pobreza y desigualdad y con gran escepticismo respecto al futuro”.

La frase “ahora somos menos” es una bofetada de certidumbre. Mientras la tasa de natalidad ha descendido, la mortalidad infantil ha aumentado. La esperanza de vida de 83 años se ha acortado a 76,6, según documentó Encovi.

No menos desolador es el panorama del futuro: son más los hombres jóvenes que han salido del país, casi la mitad son jóvenes entre 15 a 29 años, 90% entre 15 a 49 años. Se fugan las edades más activas.

Recordemos que el registro de la Organización de Estados Americanos arrojó que para este 2021 más de 6 millones de venezolanos han salido del país.

Todas son razones para que Encovi considere que el problema social venezolano es inmenso.

¿Cómo estamos enfrentando esta realidad? El ejercicio de buscar adjetivos de lo que nos sucede termina en la explosión concreta de la orfandad. El ciudadano se siente abandonado y se muestra sin herramientas ni fuerzas para enfrentar un poderoso sistema que se instaló en nuestro país y que se expande voraz por la región. Una pandemia en paralelo a la del Covid19 ha decidido culpar de sus desgracias al liderazgo opositor. Y tal vez algunos lo merezcan, pero sin duda no es de esa manera como vamos a salir de esta desgracia.

El pasto del enfrentamiento cae en un trapiche de cuyo jugo Maduro saca el mayor provecho. Su caldo da para comprar conciencias y aplastar voluntades.

Sin embargo, hay algunas señales que evitan hundirse en el desaliento y que podrían ayudar a recomponer en algo los desaciertos de este año. Me refiero a lo que sucedió en las elecciones regionales para las que, estemos claros, fuimos de la peor manera posible: divididos, con culpa, ocultando hasta última hora la decisión de participar, con candidaturas impuestas bajo el cogollo de un partido, con revanchismo interno, en fin, todo lo malo junto, y más. Aún así, dos eventos destacan entre varios que ratifican lo conocido. Lo primero: la confirmación de que el país en su mayoría detesta a Maduro. El estado Zulia fue un ejemplo. El territorio que desbordaba en riquezas ha sido llevado a través de la corrupción, la violencia, el maltrato deliberado, hacia una terrible pobreza.

El segundo hecho aún no tiene su desenlace, pero sea cual sea, lo que ocurrió en Barinas es muy representativo de la crisis interna del chavismo, opacada en su dimensión bajo el apabullante aparato de propaganda y manipulación de la información por parte del régimen. Pero a diferencia de nosotros, ellos saben dejar a un lado sus odios y diferencias para seguir en el poder, privilegiando acceder a parte del negocio cuyos ingresos lícitos o no, todavía alcanzan para todos.

Así vamos para el 2022. Con la incertidumbre de una fórmula opositora herida por nosotros mismos y sin que el liderazgo haya dado muestras de voluntad o reflexión.

En justicia, no todo es negativo en ese liderazgo. Sería mezquino negar el sacrificio y el coraje de muchos que se han mantenido al frente de una lucha mientras le caen a balas y tomatazos.

Seguimos. Ojalá que el próximo año sea mejor.