12 May
La pesadilla que no termina
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Dolorosamente el pueblo ha caído mansito en la trampa de normalizar la tragedia y en el cuento de que “esto se arregló”. Mucho dinero hay detrás para mantener al país bajo la carpa de un circo. La decisión del régimen es disipar molestias sociales en la capital, y dejar la provincia bajo el control de gobernadores, alcaldes y efectivos militares ocupados en enriquecerse grotescamente y en consolidar alianzas con el crimen organizado en un país cada vez más zona gris, cada vez más vencido.

Están sucediendo cosas y no son buenas. Maduro consolida su poder con un escenario político en el que se da el lujo de modelar a sus opositores, unos, constituidos por fuerzas chavistas que miran con impotencia cómo se apaga la llama del “comandante eterno”, y otros convertidos en el madurismo light, con pensamientos delirantes como que a Nicolás se le puede convencer de ir a elecciones libres y hasta de entregar si sale derrotado. Nadie puede creer que es ingenuidad o ignorancia lo que impulsa estas nuevas, peculiares y muy flexibles maneras de observar al régimen. Todo muy conveniente para algunos empresarios y políticos, y sí, también para aquellos que se están entregando por agotamiento, que han envejecido en la lucha, que han perdido a los suyos, y que resignados aspiran morir en su tierra por algo distinto al hambre. Pero no hay inocencia en aquellos que han vendido su alma al diablo que se ofrecen sin pudor y con la cartera abierta para hacer el lobby necesario que logre eliminar las sanciones colectivas y hasta las individuales, que conspiran para que se borren las evidencias y se suspenda el proceso penal por violaciones de los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad.

En todo caso, esa mirada ausente de nobleza es una nueva derrota para la causa de libertad.

Entretanto el madurismo avanza. Las nuevas designaciones en el Tribunal Supremo de Justicia fue un enroque de piezas. La coreografía, dirigida por Cilia Flores, sirvió para ratificar quién manda porque Diosdado Cabello continúa en su lento proceso de reducción en el que le han ido mutilando fuerza en las regiones, en las instituciones -especialmente en la Fuerza Armada- y en los negocios. Sus leales, sin embargo, sostienen que aún mantiene influencia en sectores clave. Argumentan por ejemplo que Maduro no se ha atrevido a mover a su hermano José David Cabello de la Superintendencia del Seniat. De hecho, en el nuevo TSJ le fue concedida la designación de dos magistrados en la Sala Político-Administrativa, para que los hermanos se sientan algo blindados en esa materia. En el resto de las Salas no ocurrió igual.

Cuentan que Maduro anda exultante con los proyectos de festivales musicales para la capital. Quienes han logrado compartir con él suelen referir una especie de posesión placentera que se apodera de él cuando logra tocar los bongós. Pero no es eso lo relevante, lo que se debe destacar es el plan. En lo que queda de año Caracas alojará a decenas de intérpretes y grupos famosos. Está planteado que los espectáculos abarquen la mayor cantidad de sectores. Un pueblo entretenido entrará en el 2023 que, aunque parezca increíble, será preámbulo del año electoral presidencial.

¿Alguien lo imaginó? Los cubanos, con seguridad. Los verdaderos jefes que no dejan de obtener lo que solicitan, como el nuevo despacho de 190 mil barriles de diesel que buscan subsanar la pausa de envíos durante siete meses.

Ya deberíamos haber aprendido que en esta dictadura nada es improvisado. Y que no hay cabos sueltos.

Así, es parte del ejercicio de normalización del régimen mantener operando libremente al Tren de Aragua y obligar a las autoridades de Colombia a reforzar la frontera porque tienen aterrorizados a los pobladores de la región en su pelea con los guerrilleros del ELN por las rutas de la droga y del contrabando. También lo es que el segundo de la DGCIM, Carlos Carvallo Guevara se compre tres hatos a la semana y sea el encargado de coordinar el negocio de la chatarra. O que en Amazonas la guerrilla ataque a los Piaroa para obligarlos a que les den paso a sus mineros hacia las zonas de oro. O que todos los días hay una nueva pista de aterrizaje (que ya no se les puede decir clandestinas) a lo largo del cauce del Orinoco. O que como denunció la colega Sebastiana Barráez, la élite de militares y políticos negocien con narcotraficantes y guerrilleros mexicanos y colombianos la compra de tierras en Bolívar, en Apure, Guárico, Anzoátegui para desplegar sus negocios ilícitos. Las propiedades, claro está, las obtienen conminando a los propietarios venezolanos a vender.

La convivencia con el crimen organizado es lo que Maduro quiere normalizar. Y vendiendo espejitos a tontos y corruptos, lo va logrando.