26 Jul
43 kilos hacen temblar a un cobarde
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Karen Palacios, de 25 años, ama la música y en especial el clarinete que lo comenzó a estudiar a los 11. Formada en el Sistema de Orquestas, se había incorporado como primer clarinete en la Orquesta Filarmónica Nacional. La promesa era dejarla fija luego de presentar su audición. Después de nueve funciones de Popol Vuh, le informaron que su contrato había sido rechazado por firmar contra Maduro dos años atrás, cumplidos este 16 de julio. No hubo otro argumento ni razón para ser denunciada por algún delito. Lo que decidió cobrarle el régimen fue haber hecho público el atropello, el irrespeto, el chantaje y la intimidación. Lo escribió en Twitter, lo dijo en la radio, lo expresó en el ejercicio de la libertad de expresión.

Desde el pasado 1 de junio Karen estuvo detenida. Los verdugos llegaron a su casa disfrazados de legalidad. A diferencia de los despliegues de FAES en los que encapuchados toman los barrios para asesinar, violar jovencitas, agredir a ancianos y criminalizar a vecinos, estos efectivos se presentaron con piel de oveja, como funcionarios del Sistema de Orquestas que necesitaban trasladarla para una conversación. Su madre Yudith Pérez, la acompañó. Ya en la camioneta retomaron su verdadero rostro. Se colocaron chalecos antibalas –¡cuanto miedo ante dos frágiles mujeres!–, capuchas y las armas de guerra que dentro de un carro se ven aún más gigantescas. Las llevaron a la sede de DGCIM en Boleíta y ahí dejaron a Karen presa. Para su madre fue esperanzador –a pesar de no haberla podido ver– cuando el 18 de junio un defensor público le informó que había sido emitida una orden de excarcelación, con la que la niña podría estar en libertad con ciertas condiciones como la de presentarse en tribunales cada 30 días. Yudith esperó inútilmente a las puertas de DGCIM que su hija fuera liberada. Solo pudo enviarle agua. Karen no salió, ni ese día ni los siguientes. Casi un mes después de ser emita la orden de excarcelación y una gran presión de la opinión pública, la disposición fue ejecutada. “Mami, soy libre”, dijo la clarinetista al salir de la prisión casi un mes después de la orden judicial y a 45 días de haber sido detenida.

 

En Venezuela las detenciones, las torturas y el incumplimiento de órdenes judiciales son rutina. En muchos casos los familiares de las víctimas callan porque temen que si hacen la denuncia sus seres queridos recibirán la furia de sus torturadores al verse señalados. Eso lo sabía Yudith que apenas pudo ver a su hija el 29 de junio. En esa visita hizo un esfuerzo por controlar su angustia. Fue cuando le informó a Karen que debía tener fe porque ya la orden de salir había sido emitida. La solicitud de paciencia es algo difícil de procesar cuando se está en el infierno. Karen junto a otras 9 mujeres, había sido lanzada a un sótano en un pequeño y sucio espacio sin ventanas donde solo caben dos literas. Es un sótano de una prisión militar. Karen es muy delgada, pesa 43 kilos, es asmática y sufre de crisis depresivas. Sus captores amenazaron con asesinarla y Karen tenía miedo de que lo hicieran mientras dormía. Realmente el sueño es difícil de lograr con las luces intensas a las que las presas están sometidas. Hay ciertas prácticas en las cárceles venezolanas que mantienen vivo al nazismo.

Algunas compañeras de reclusión de Karen estaban mal heridas. Yudith salió destrozada de la primera visita a su hija. Percibió que ella estaba al borde de derrumbarse. Entonces tomó la decisión de hacer pública la situación. Hizo bien. Alfredo Romero, en nombre del Foro Penal, reitera que Karen está en libertad por la presión externa.

A toda dictadura la denuncia le golpea, así aparente indiferencia. En el caso de la trascendencia de violaciones a los derechos humanos, nadie debe dudar de la importancia del Informe Bachelet. No hay que dejar de registrar, de alzar la voz, de difundir con tozudez, los crímenes que el régimen sigue cometiendo. Y hay que mantener el ejercicio de la memoria.

Horas antes de que Karen fuese excarcelada, vimos al niño de 16 años Rufo Chacón en un video desde su humilde casa. Un mosquitero trata de proteger su rostro de los animales. Le quedan innumerables heridas aún sin cicatrizar. En otro mensaje junto a su madre –que denuncia que los responsables de dispararle 52 perdigones a quemarropa en el rostro están siendo protegidos por el régimen– escuchamos a Rufo mientras se come un helado, como todo niño. Desde su inocencia expresó su dificultad en comprender tanta maldad. ¿Por qué lo habían dejado ciego, si él solo estaba acompañando a su mamá y hermanito a pedir una bombona de gas sin hacerle daño a nadie? Esa imagen es suficiente para seguir luchando.