20 Jun
La derecha endógena viaja a La Habana
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Son diablos y se entienden. Los pañuelos para taparse la nariz no sobran en un salón donde están sentados Raúl Castro, Miguel Díaz-Canel, presidente de Cuba, y el canciller, Bruno Rodríguez, junto a Diosdado Cabello, personaje que escrutado durante 20 años por el G2, ha sido reprobado en todas las pruebas de confianza. Y eso que ha tratado de hacer méritos. Diosdado, a pesar de despreciar a Nicolás Maduro ante su ineficiencia y su desastre, se ha mantenido a su lado. Muchos dirán, no tiene a dónde ir. Eso es parcialmente cierto, pero como conclusión resultaría en un análisis simplista y con probabilidad, impreciso.

Es verdad, Diosdado se aferra al nicho que significa Venezuela, el cual le permite mantener muchos negocios y una muy importante cuota de poder mientras el régimen se mantenga. Pero él sabe que Maduro se tambalea y que la gente está harta. Escucha a sus compañeros de la FANB, se lo gritan los miembros de su partido, se lo reclama la calle. Ahí es cuando Maduro se convierte en estorbo.

¿Quién podría asegurar que Maduro no es un enemigo común para muchos? Cuba debe haber pensado en el sustituto ideal, en el traspaso de poder hacia un amigo que no altere la sumisión venezolana. Eso es mejor que perderlo todo. El amigo pudo haber sido Padrino López pero el 30A quedó rayado. ¿Y entonces? Allí está Diosdado, el que odia a los comunistas, el socio de empresarios, el de la derecha endógena. Pero también, el que todavía resiste las tentaciones de Estados Unidos. Podría ser el hombre y él aspira a serlo.

Hace tiempo Diosdado entendió que para mantenerse con influencia moral en el chavismo tendría que recuperar dos condiciones que su militancia le reclama por carecer de ellas: el coraje y la lealtad. Por eso el 30 de abril, mientras Maduro no se atrevía ni a ir a su baño, Diosdado habló, salió a la calle y, aunque con pocos seguidores, se atrevió, tratando de espantar la imborrable leyenda del teniente huyendo vestido de enfermera el 11 de abril de 2002. Con respecto a la lealtad, ahí va. En público nada lo ha movido de su irreductible apoyo al presidente usurpador. Resiste maltratos y aguanta callado que le mutilen poderes y expulsen a los suyos de cargos privilegiados. Resiste, porque no piensa botar 20 años de esfuerzos invertidos en penetrar con sus mafias los entes del Estado. Además, tiene suficiente dinero para mantener el control. Por su parte, el inestable Nicolás, en medio de su dramática soledad y paranoia, termina regresando a los brazos de quien nunca ha sido su amigo, (los panas de Maduro de la Liga Socialista lo detestan). Diosdado no fue uno de los “muchachos” del Comandante –de hecho estaba más cerca de Francisco Arias Cárdenas– y Chávez en diversas oportunidades lo castigó y hasta llegó a humillarlo como ladrón.

Ser el símbolo de la derecha endógena y estar vetado por los Castro en Cuba lo obligó a atrincherarse en un discurso radical del que no se ha movido para con los hechos tratar de demostrar que es más chavista que todos los demás. En esa posición, Diosdado no deja de aspirar de pasar de ser el número 2 al número 1. Con la certeza de que no es un personaje popular ni siquiera en el PSUV, está convencido de que la única manera de tomar el poder es por la fuerza. En tiempos en que en el país surge la esperanza de Juan Guaidó, el jefe de la Asamblea Nacional Constituyente se afianza calculando que el momento lo favorece.

La visita de Diosdado a Cuba se manejó con la excusa de planificar el XXV Foro de Sao Paulo, a realizarse en Caracas entre el 25 y el 28 de julio. Nadie debe dudar de que lo relevante va más allá. Lo primero que destaca es que Diosdado no ponía los pies en La Habana desde 2015. Su recibimiento –aunque con una evidente tibieza– podría significar que ha superado un escollo.

¿A qué apunta esta reunión? Sin duda hay un mensaje a la Fuerza Armada incluido Vladimir Padrino López y sus supuestos seguidores. Se acerca el 5 de Julio, los ascensos militares y la noticia del destino del Ministro de la Defensa. Una pregunta lógica de los cubanos sería ¿y cómo quedaría el asunto sin ese hombre? Y la pregunta deseada por Diosdado es: ¿Y cómo reaccionarían los militares si eres tú el próximo Comandante en Jefe?

Diosdado sabe que en ninguna negociación él va a ser considerado, pero aspira a que se produzca una circunstancia en la que él sea impuesto. Esa es la clave. A Diosdado no le interesa convencer al mundo democrático, ni a la mayoría de los venezolanos, ni siquiera al chavismo de que él sería el apropiado para sustituir a Maduro. No. A quien Diosdado se dirige es a las mafias criminales. Su mensaje es directo para decirles: yo soy el hombre que les garantizará sus negocios. El hombre de la derecha endógena, pues.